Una vez terminado el año, procedo a recoger mis cosas nuevas,
procedo a reclamar papeles viejos, hago al compás de charlas amistosas
el recuento del año, el recuento de mis 365 días pasados:
todo se fue rápidamente, no hubo tiempo para la cosecha,
ni para sembrar el trigo en los maizales. Los días volaron
raudamente, estuve sentado, leyendo, o alguna vez
escribiendo hasta la noche. No tuve miedo de la muerte,
no pude sembrar el amor como quería, recogí algunas
frutas caídas y supuse que al final moriría alguna tarde
entre pájaros y árboles. No estoy muerto. sin embargo,
entre tarde y tarde cuando vibran los soplos del silencio,
abro mi corazón al conjuro del viento y la palabra,
y construyo casas, tierras, mares, nuevos albores,
nuevas tristezas, y callo al final (como siempre
recordando y recordando).
31/12/12
"Recuento del año" de Javier Heraud
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